Barranca-Guayaquil, proyecto de profesionales jóvenes comunidad

El Ecuador es un país con diferencias sociales abismales. En Guayaquil, por ejemplo, la zona de Samborondón combina barrios de nivel económico alto con lugares donde todavía no existen los servicios básicos, y la pobreza y la falta de educación son el estilo de vida de todos sus pobladores. La situación reclama iniciativas urgentes.

Cristina haciendo las preguntas del concurso.

“Desde hacia tiempo, ante la realidad de la miseria tan patente de muchas familias de Samborondón -comenta Cristina Idrovo, una joven profesional guayaquileña, fiel del Opus Dei- sentía la inquietud de hacer algo por ellas, algo que no fuera un evento aislado, como una entrega de canastas, una visita hospitalaria, dar clases de nivelación a escuelitas fiscales una vez al mes u organizar una fiesta de Navidad cada año. Eso ya lo había vivido cuando estaba en el colegio, Ahora, como profesional, quería empezar algo diferente, algo que generara un cambio verdadero y sostenible a través del tiempo”. Lo que finalmente le inspiró fue conocer un proyecto que estaba en marcha en una parroquia cercana a Samborondón. Allí habían empezado un proyecto llamado “Crecer Juntos” que me pareció muy interesante porque se habían comprometido para ayudar a los moradores de un recinto a salir adelante en todos los aspectos: mejorar su nivel de vida, darles formación, y prepararlos para aumentar sus ingresos. Acudió a Rocamar, un centro del Opus Dei al que acuden muchas chicas jóvenes y señoras, a recibir formación espiritual y humana, para que le orientasen sobre algún lugar conocido. Entre los que mencionaron, eligió Barranca, un recinto del que ya le había hablado Janine de Gómez, una colega de trabajo que daba allí formación a las señoras. También se impartía una catequesis a los niños. Barranca es uno de los muchos recintos de agricultores que hay en Guayaquil, en el kilómetro 14 de la vía a Samborondón. Allí viven cerca de sesenta familias en pequeñas casas de caña, sin alcantarillado ni agua potable. La mayoría de las mujeres se dedican al cuidado de la familia, y viven del escaso sueldo del marido, sin ninguna otra posibilidad de ingreso. “Contactamos a las líderes de la comunidad, señala Cristina, e hicimos un censo para saber cuántas familias había en ese lugar, y cuáles eran sus necesidades y preferencias. Decidimos iniciar el proyecto con las señoras, porque cuando se forma a la mujer, en realidad se está formando a la familia”. En octubre de 2008, empezaron unas clases de nutrición y primeros auxilios para las madres de familia. Pidieron colaboración a Carolina Larrea, enfermera profesional, quien con, mucho gusto, dio dos charlas. La primera fue sobre Primeros Auxilios y la segunda sobre nutrición. Asistieron poco más de veinte señoras. En diciembre supieron que un grupo de madres de familia del colegio Delta, en el que ambas trabajan, deseaba desarrollar una labor social navideña. Como el proyecto consiste en ayudar a las mujeres de escasos recursos a mejorar su entorno y la economía familiar, contactaron con Rocío, coordinadora de actividades de las madres del colegio Delta. Así surgió la idea de impartir una clases de cocina en Barranca, con el fin de enseñarles a las mujeres del lugar a cocinar dulces sencillos y baratos, para que además de tomarlos en las fiestas navideñas, pudieran venderlos e iniciar su propio negocio. Se inscribieron cincuenta señoras. El 17 de diciembre, a primera hora de la mañana, las madres del Delta llegaron al sitio con los ingredientes para dar la clase y también con más provisiones para que se pudieran elaborar también dulces para vender. Poco a poco el proyecto se ha ido consolidando. Cuentan ahora con la colaboración de Mariuxi Salem, Tamara Billón y Nancy Salazar, también profesoras del Delta. Les están ayudando a conectar más gente que quiera cooperar, tanto con su tiempo y trabajo, como con contribuciones económicas. El cronograma de 2009 es atractivo y ambicioso: incluye formar una brigada médica, crear huertos familiares, impartir charlas acerca del cuidado con el uso del fuego y otras emergencias domésticas, a cargo del cuerpo de Bomberos de la ciudad, cursos de belleza y pastelería, charlas de higiene, organización de mingas (jornadas de trabajo comunitario) barriales para pintar las casas y remodelar la escuela y la Iglesia, clases de formación y catequesis. Además, con la ayuda de una fundación que las asesora con técnicas y materiales de construcción, van a realizar un curso para los hombres del barrio, de modo que puedan mejorar sus viviendas. También harán gestiones con el Municipio para la pavimentación de las calles y la ampliación hasta Barranca de la red de agua potable. Incluso proyectan conseguir un servicio de transporte dominical que acerque a quienes lo deseen a una capilla relativamente cercana donde se celebra la misa dominical, de modo que puedan cumplir con el precepto de la Iglesia. “Esperamos –dice Cristina- poder extender nuestra labor a otros recintos cercanos, involucrando a distintas organizaciones para que reproduzcan el proyecto a otras zonas marginales, y así conseguir elevar el nivel de vida espiritual y humano de las familias.

Enseñando clases de frutas

Con los materiales que se entregaron para practicar