Una obra de misericordia que se ha convertido en una tradición familiar

Como parte de una iniciativa de la Iglesia San Francisco de Asís, en el Viejo San Juan, se reparte desayuno a las personas sin hogar de la zona. Es así como mi segundo hijo, Adrián, y un par de amigos hicieron el compromiso de preparar un desayuno para las personas sin hogar o deambulantes, el primer sábado de cada mes.

Actualmente es Eric, mi sexto hijo, quien se encarga de esta iniciativa con sus amigos. ¡Y le ha tocado hacer esta obra de misericordia nada más y nada menos que durante el Jubileo de la Misericordia! Él es el que cuenta su experiencia en el vídeo.

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Mi nombre es Carmen Iglesias, tengo siete hijos, cinco varones y dos niñas, y un esposo maravilloso. Todos mis hijos estudiaron en la misma escuela desde el grado primario donde, al igual que en muchas de las escuelas de Puerto Rico, es requisito para la graduación aprobar créditos adicionales en servicios a la comunidad. Para cumplir este requisito, quise comprometer a toda la familia en una iniciativa solidaria que mis propios hijos pudiesen sacar adelante a lo largo de los años.

Mi hija Marian con sus amigas.

Ese día mis hijos se levantan a las 6:30 de la mañana para llegar con tiempo suficiente para preparar el café, montar las mesas, y los demás alimentos que reparten en una de las plazas del Viejo San Juan. Es un sacrificio que han aprendido a realizar con gusto.

Luego, se van reuniendo en la plaza los que vienen por ese tradicional desayuno. Algún voluntario hace una oración de acción de gracias a Dios. Esta es la parte que más disfruto junto a mis hijos: escuchar la oración de estas personas que tienen muy poco, o casi nada. Es penoso, pero a la vez edificante escuchar su testimonio..., muchos con estudios universitarios, la mayoría sin familia, siempre tienen algo que quieren contarte.

Les suelen dar consejos a mis hijos y a sus amigos, para que nunca les pase lo que a ellos les ha pasado. Son enseñanzas que mis hijos nunca olvidarán. Ha sido muy buena experiencia para que mis hijos palpen de cerca el sufrimiento de muchas personas y aprendan de ellos; pienso que ha sido muy formativo y les ha movido a ser generosos.

Esta iniciativa comenzó en el 2008 y desde entonces se ha convertido en una tradición familiar. Mi hijo Adrián se encargó de que su hermano menor Nelson continuara con el proyecto junto con algunos amigos de su clase. Cuando Nelson se graduó, a su vez le pasó el encargo a mi hija mayor Marian, que se hizo responsable de seguir proveyendo ese desayuno a las personas sin hogar. Después de Marian, fue Sara, mi hija menor, quien siguió con el encargo junto con sus amigas, de preparar los 50 emparedados y bizcochos para dar a esas personas.

No importa el madrugón si lo haces con cariño.