Favores que llegan desde el Cielo

En momentos de necesidad, es bueno recurrir a la ayuda de un amigo. Aconsejan, calman y, si está en su mano, dan una solución. Es lo que hace don Álvaro con quien acude a él para que interceda ante Dios. Estos son 15 favores recientes que nos han contado sus protagonistas.

¡Al ladrón!

El 3 de mayo volvía caminando a casa. Mientras abría la puerta del portal, noté un fuerte tirón en mi bolso. Una persona estaba intentando robarme. Me resistí un poco al forcejeo, pero no logré disuadirlo. En el bolso llevaba documentos importantes de trabajo y bastante dinero, pues poco antes había acudido al banco. Comencé a correr tras el ladrón. Cuando estaba a punto de alcanzarlo, éste pasó el bolso a un cómplice, que también se dio a la fuga. Con la ayuda de otras personas logré detener al primero. Pocos minutos después llegó una patrulla de la policía y procedieron a su arresto.

A las pocas horas lograron capturar al segundo ladrón, gracias a las indicaciones de un chico que le vio huir. Pero el bolso no lo encontramos, pues se habían desecho de él.

Desde el principio acudí a la intercesión de don Álvaro. Seguí pidiéndole ayuda durante mi estancia en comisaría y en los momentos de espera.

Por la tarde, tras finalizar la declaración en comisaría, me comunicaron que habían recuperado el dinero. Eran un total de 350 euros que el ladrón se había guardado antes de tirar el bolso. Del resto de cosas no se sabía nada. Yo continuaba rezando a don Álvaro para que aparecieran.

A la mañana siguiente una señora me llamó diciendo que había encontrado mi cartera enfrente de su portal. Me acerqué a recogerla y comprobé que estaban todos los documentos. De nuevo don Álvaro me había escuchado con rapidez. Le había pedido que me los encontrara pronto, porque en poco tiempo debía hacer un viaje de trabajo y necesitaba la documentación. Aunque no he encontrado el resto de las cosas, agradezco mucho a don Álvaro su intercesión, que ha sido muy eficaz.

Nunca falla

Tengo matrimonio amigo que se inquietaba porque no llegaba la descendencia que tanto deseaban. Desde el principio les dije que contaran con mis oraciones. Pensé en don Álvaro, que tantos favores de este estilo concede (...).

Finalmente, decidieron acudir a la adopción de un niño extranjero. Comenzaron los trámites: cursos, papeleos... Yo seguía encomendando a don Álvaro, con algún desánimo que otro -todo hay que decirlo-, pero pidiéndole filialmente que me hiciera caso.

Pasó un tiempo -unos meses- cuando recibí una llamada de mi amigo: pensé que me iba a contar que habían finalizado los muchos trámites necesarios para una adopción internacional y se iban a China a conocer a la que sería su primera hija. Y no, ante mi sorpresa me dijo: “Sé que te vas a alegrar. Mi mujer está embarazada. No lo queremos decir mucho todavía para no levantar falsas esperanzas, pero sabiendo que rezas con cariño por este asunto, pensé que te gustaría saberlo". Me alegré mucho y le dije que la oración nunca falla y más si es con un buen intercesor, don Álvaro.

Resultó fácil seguir encomendando durante el embarazo. Decía a don Álvaro: “Ahora que has logrado lo más difícil, no me dejes en la estacada y culmínalo". Pasaron los meses con un buen embarazo. Días antes del nacimiento, hablé con mi amigo. Estaban ya ansiosos por ver al niño. Le pregunté:

-¿Cómo pensáis llamarle?

-Pues no lo tenemos decidido: dudamos entre Javier, Álvaro y Fernando.

-¿Álvaro?, ¡qué gracia! Se lo estaba encomendando, como sabes, a don Álvaro del Portillo.

-¡Es verdad! No me acordaba.

Y siguió la conversación por otros derroteros.

A los pocos días recibí un “sms" que decía: “esta tarde a las cuatro ha nacido Álvaro. Se encuentra en perfecto estado de salud, al igual que la madre". Como es de imaginar mi alegría fue doble por el nacimiento y por el nombre del niño. Fui a anotarme en la agenda la fecha del nacimiento de Álvaro: era el 12 de mayo, aniversario de la primera Comunión de don Álvaro.

Un gran regalo

Somos un matrimonio de 28 y 29 años. Nos casamos hace dos y nuestro deseo era tener una familia numerosa. Durante el primer año de matrimonio no llegó ningún hijo. Luego, perdimos un niño a los pocos meses de quedar embarazada mi esposa.

Unos amigos nos aconsejaron acudir a la intercesión de don Álvaro del Portillo. Cada noche rezábamos la oración de la estampa pidiéndole que nos mandara un hijo y que el embarazo transcurriese sin complicaciones.

Un mes después de empezar a rezar a don Álvaro, el Señor nos escuchó: mi mujer quedó encinta. Seguimos rezando a don Álvaro durante los nueve meses del embarazo y todo salió muy bien.

El 5 de febrero nació nuestra hija. Aunque se trate de una cuestión normal en la vida de tantas parejas, estamos seguros de la intercesión de don Álvaro y muy agradecidos a Dios por el don que nos ha otorgado.

De vuelta a casa

Todos los días de camino del trabajo hacia mi casa, paso por el oratorio de un hospital. Un día, al entrar en el oratorio me encontré con una mujer que estaba llorando. Por su aspecto parecía enferma.

Me acerqué a ella y me explicó que venía de otra nación, pues los médicos de su país de origen habían desahuciado a su marido. Le di una estampa de don Álvaro para que le pidiese ayuda. La mujer se puso inmediatamente de rodillas a rezar la estampa.

En el hospital iban a realizar a su marido un transplante de células madre de ella misma. También estaba preocupada porque había dejado en su país a sus hijos pequeños al cuidado de su hija mayor. Otra preocupación era su trabajo.

Los médicos le habían dicho que iban a tardar por lo menos un mes en empezar a hacerle el transplante. Le dije que siguiese rezando a don Álvaro y que yo también rezaría. Me dio su teléfono para estar en contacto. La llamé a los pocos días y me dijo que al día siguiente de empezar a rezar, avisaron para iniciar el transplante. Todo fue muy bien; con mucho sufrimiento, pero el transplante dio un resultado sorprendente.

Antes que volviese a su país, fuimos al santuario de Torreciudad. Por el camino me explicó que su marido, que ya llevaba unos años trabajando aquí, no quería volver a su país y ella temía por su matrimonio. En Torreciudad pedimos a la Virgen que todos estos problemas se arreglasen.

Han pasado dos años y, gracias a la intercesión de don Álvaro y de la siempre Virgen María, su marido se ha curado, y volvió con esta señora a su país de origen.

Finalmente se abrió

Un domingo sobre las nueve y media de la noche, recibí una llamada de la persona que se encarga de cuidar a mi madre. Me dijo que la cerradura de seguridad de la puerta de la casa estaba atascada y no lograba entrar. Mientras, mi madre estaba sola, encerrada en casa. Mi madre tiene casi 90 años, camina con dificultad y oye poco. Por miedo a los ladrones, cuando se queda sola, cierra con llave, aunque sea por pocos minutos. Así está más tranquila.

Enseguida me acerqué con las llaves de reserva. Con la ayuda de un vecino probamos de una forma y de otra, nada. Lo intentamos desmontando la parte exterior del cierre, pero la cerradura no cedía. La única opción que se nos ocurría era llamar a los bomberos. Entretanto, mi madre seguía dentro preocupada y sin asistencia.

Antes de llamar a los bomberos, pedí ayuda a don Álvaro convencida de que me escucharía, pues en mi familia tenemos la costumbre de recurrir a él cuando se presenta un problema técnico. Tras encomendarme a su intercesión, probamos de nuevo y el cerrojo se abrió. “¡Esto es un milagro!", murmuró mi vecino. Quizás un milagro no, pero sí un grandísimo favor. ¡Gracias, don Álvaro!

Completa recuperación

Un joven de veinticuatro años ingresó en Urgencias en el hospital donde trabajo. Llegaba trasladado de otra clínica de la ciudad. Padecía una grave hemorragia intestinal. Comenzamos a hacerle pruebas de todo tipo, mientras recibía continuas trasfusiones de sangre.

Como su estado no presentaba mejoría, lo trasladamos a la unidad de reanimación (...). Veinticuatro horas después de su ingreso, las condiciones habían empeorado gravemente. Seguimos realizándole pruebas. Su estado era bastante crítico.

Acudí con fe a don Álvaro para que salvase al muchacho. Después de dos días de controles, monitorización y trasfusiones, el chico se estabilizó y comenzó a recuperarse. Al cabo de unos días me acerqué a su habitación y le llevé una estampa de don Álvaro. Le expliqué que me había encomendado a él para que frenara la hemorragia. Ahora el muchacho se encuentra perfectamente. Atribuyo su curación a la intercesión de don Álvaro.

Cada cosa a su tiempo

Me estoy sacando el permiso de conducir y, como me estaba resultando más complicado de lo que parecía razonable, decidí pedir ayuda a don Álvaro. Ya lo había intentado hace años, en cuatro ocasiones, y sin éxito. Esta vez, estaba totalmente convencido de que era la buena, porque me lo había preparado a conciencia y había sacado buenos resultados en los simulacros de exámenes teóricos que se pueden encontrar en internet. Por eso, fui muy confiado al examen, pero suspendí, con dos errores más de los permitidos. Eso me desconcertó mucho porque, con lo que había estudiado, me parecía imposible prepararme mejor.

Fue entonces cuando me dediqué a “importunar" a don Álvaro todo lo que pude. Lógicamente, seguí probando con los exámenes de internet, pero además pasé la semana que me quedaba hasta la siguiente convocatoria insistiendo a don Álvaro para que me echara una mano.

A la mañana siguiente, fui al examen, puse disimuladamente una estampa de don Álvaro debajo de la hoja del examen, respondí las preguntas y me quedé muy inquieto, porque no las tenía todas conmigo. No había dudado más que en dos de las respuestas, pero, como la otra vez había suspendido, no podía estar seguro de nada. Con el examen ya hecho, solo me quedaba seguir rezando.

A la hora de comer, cuando se suponía que tenían que haberme llamado para darme el resultado, llamé yo a la autoescuela, pero no respondían. Tuve que ir a sus oficinas a primera hora de la tarde y allí me dijeron que esta vez sí había aprobado.

Por mi parte, he dicho a don Álvaro que estoy muy agradecido, pero que todavía no puedo “dejarle en paz" hasta que apruebe la parte práctica y me den definitivamente el permiso de conducir. Ahora que lo pienso, luego tendré que pedirle que me proteja de los peligros de la carretera. Pero cada cosa a su tiempo.

Contratada

Estaba en un banco esperando para cobrar mi jubilación. Me puse a conversar con la empleada que entrega los números y le di una estampa de don Álvaro.

Al mes siguiente, cuando repetí este trámite, ella me reconoció. Me contó que había empezado a rezar una novena y que al tercer día le salió lo que pedía: la confirmación efectiva en ese puesto de trabajo. Ya estaba contratada.

Un tumor cerebral

He estudiado ingeniería mecánica en Chihuahua. Cuando cursaba el 8º semestre cumplí 22 años. Una semana antes, comenzó a dolerme fuertemente la cabeza. Me extrañó ya que siempre he tenido buena salud, y desconocía cualquier tipo de dolor intenso. El 18 de febrero el dolor se hizo insoportable, y me provocaba náuseas, vértigo y convulsiones.

Entré en urgencias, a cirugía, la madrugada del 19 de febrero, santo de don Álvaro. El diagnóstico fue hidrocefalia, por lo que me operaron para colocarme una válvula que drenase el líquido. Empecé a sentirme mejor.

Más adelante, confirmaron la diagnosis que sospechaba: tumor cerebral. Tenía que estar en reposo absoluto. Pedí una cita en un hospital especializado de Houston, que me confirmaron para el 11 de marzo (aniversario del nacimiento de don Álvaro). Sin embargo, el doctor decidió aplazar la cita para reunir a su gabinete médico y estudiar mejor el caso. La nueva cita fue el 23 de marzo (aniversario de la marcha al cielo de don Álvaro). De algún modo, don Álvaro se hacía presente en mi enfermedad, por lo que comencé a pedirle que la intervención fuera bien.

El tumor estaba en el tercer ventrículo del cerebro, un lugar peligroso. Tras la operación, el doctor escribió: “Este es sin duda el tumor más grande que el médico asignado ha visto en toda su experiencia". Afortunadamente, era benigno. Dios quiso que fuese un 10% de los casos que van adelante.

Ha pasado un año y estoy muy bien. Me incorporé a la Universidad y pude graduarme en mayo de 2012. Doy gracias a don Álvaro porque este episodio ayudó a fortalecer mi fe.

“¡On Alvado!"

En septiembre de 2011 a mi hija de un año y medio le encontraron una forma muy rara de tumor. Para extraer el tumor, debía someterse a una operación de alta complejidad nunca antes realizada a una menor en nuestro país.

Tres días antes de la operación, mi cuñada, que vivió también una situación compleja con su hija, nos regaló 3 estampillas de don Álvaro. A partir de entonces, comenzamos a rezarlas a diario, por la noche, con mucha fe. Una estampa se la quedó mi marido, otra me la quedé yo y la tercera se la puse por la noche a mi hija bajo la almohada.

El mismo día de la operación, la niña estaba durmiendo su siesta cuando la persona que me ayuda a cuidarla me pidió que fuera a verla: corriendo, llegué a su habitación y vi a mi hija con la estampa en la mano, dándole besos y diciendo “On Alvado". Siendo tan pequeña, nunca le había hablado de él, ni le había mostrado la estampa.

Aquello me serenó: supe que la operación iba a ir bien. Y así fue: se le extrajo la totalidad del tumor que, contra todos los pronósticos, era benigno.

Una etapa complicada de mi vida

Hace cinco meses estaba pasando por una etapa complicada en mi vida. Había renunciado al trabajo, que había desempeñado durante 12 años. Estaba demasiado cansada para seguir haciéndolo bien.

Aquellos días nos mudamos, mi esposo y tres de mis cuatro hijos, a un apartamento alquilado. Iniciamos a hacer algunos arreglos para estar más cómodos, pero los vecinos nos pusieron trabas. Esperamos unas semanas, pero no había manera.

Me encontraba triste y deprimida. Un día me llamó una amiga, pues le había extrañado que no respondiese a su correo. Al hablar con ella, se sorprendió mucho de cómo me estaban yendo las cosas.

Me dijo que ese mismo día empezaría con su hija a rezar una novena a don Álvaro, pidiendo por mis intenciones. Antes de que acabaran, nosotros ya habíamos encontrado un nuevo apartamento que se ajustaba a nuestras necesidades.

Estoy segura de que mi amiga y don Álvaro fueron los instrumentos de Dios para devolverme la serenidad que había perdido.

Dos hijos y un sueldo muy ajustado

Mi esposo y yo esperábamos con mucha ilusión nuestro primer hijo en 2008. A raíz de una crisis económica en nuestro país, mi marido perdió su trabajo. Nos quedamos helados con la noticia.

Comenzamos a rezar a don Álvaro, y pronto logró un nuevo empleo. No llegó a estar un sólo día desocupado. El sueldo del nuevo trabajo era más bajo, pero nos bastaba.

A los siete meses de dar a luz, supimos que estábamos esperando un nuevo niño. Comenzamos a rezar por un nuevo empleo, pues con lo que ganaba mi marido no bastaría para mantener a dos hijos. Dos meses después del nacimiento de mi segunda hija, mi marido recibió una promoción inesperada.

Gracias a don Álvaro, podemos educar –con aprietos, pero con paz– a nuestros hijos.

Un encuentro con don Álvaro

Mi padre proviene de una familia católica, pero ha vivido casi cincuenta años sin acudir a los sacramentos. Es una persona recta y de fuertes principios. En los años cincuenta se distanció de la Iglesia (...), aunque nunca renunció a dar a sus hijos una cuidada educación religiosa.

Al final de los años ochenta tuve la oportunidad de encontrarme personalmente con don Álvaro del Portillo. Eran los primeros días del mes de septiembre de 1989 (...). En aquella ocasión pude hablar con él sobre mi padre. Don Álvaro me escuchó y, subrayando la importancia de la oración, concluyó diciendo: “Quédate tranquilo hijo mío, pues todo terminará del mejor modo".

Tras la muerte de don Álvaro, comencé a rezar pidiéndole por la conversión de mi padre. Al inicio del año 2000, mi padre seguía en la misma posición, no quería saber nada de la Iglesia. Poco tiempo después, fue ingresado en un hospital, donde de un modo casi fortuito, conoció a un sacerdote de la Obra. Entre ellos surgió una gran amistad, aunque mi padre seguía sin plantearse la posibilidad de volver a los sacramentos.

Pasaron los años. En 2007 diagnosticaron a mi padre un tumor que comportó una serie de operaciones y curas dolorosas. Durante ese periodo, aumentó el trato con su amigo sacerdote. Esa amistad desembocó en una dirección espiritual que con mucha naturalidad llevó a mi padre al sacramento de la reconciliación y a pedir perdón a Dios. Esto ocurrió en el mes de abril de 2008. La primera semana de junio pidió recibir la Unción de los enfermos y el 11 de julio, día de su 81 cumpleaños, se marchó al Cielo.

Habían pasado casi veinte años desde aquel encuentro con don Álvaro. Todavía hoy me viene a la memoria su sonrisa, su paz y la seguridad de sus palabras. Estoy convencido de la intercesión de don Álvaro en esta larga historia y espero sinceramente que pronto la Iglesia lo declare santo.

Un oratorio más grande

Estoy en el sexto curso de Primaria. El año pasado encontramos la razón para hacer un oratorio más grande en mi escuela. Esto es porque, gracias a Dios, el colegio está creciendo y casi que no entramos en el oratorio. También Jesús merece una casa linda donde mucha gente lo pueda visitar seguido.

Por estos motivos empezamos a pedirle a don Álvaro del Portillo que nos regale -por medio de lo generosidad de las personas- un oratorio más grande. Una profesora rezaba: “Don Álvaro del Portillo, llénanos los bolsillos".

Hace un poco más de un año le venimos pidiendo este oratorio. Nadie entendía por qué Dios no nos lo permitía, si iba a ser para Él. Hasta que una familia muy generosa donó una cantidad de dinero suficiente para empezar a construir este oratorio.

Ahora se está demorando el permiso de construcción que tiene que dar la intendencia. ¡Si habrá que tener paciencia con estas cosas...! Gracias a don Álvaro, lo más seguro es que Jesús esté mucho mas cómodo en su nueva casa. Muchas gracias.

Quería acostarme

Cuando anoche me iba a quitar las lentillas, que llevaban un rato molestándome, no salía la del ojo derecho. Notaba que la tenía dentro y que se había ido hacia atrás, pero no había manera de que saliera.

Empezaba a impacientarme, así que acudí a don Álvaro, que también usaba lentillas. Le pedí que por favor lograra sacarla, para poder acostarme. Enseguida logré lo que había pedido.

Es un pequeño favor, pero me agradó mucho.

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